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Friday, December 28, 2018

Jesús fue el hombre, pero…



El Cristo que lo habitó, durante su vida en la Tierra, es la presencia y proyección divinas, de Dios en el Universo.
Encarnar a Dios, es un privilegio que se les ha dado a muy pocos durante la existencia humana.
Los humanos lo hemos entendido erróneamente, al proclamar que Jesús era hijo de Dios en un sentido de nacimiento biológico.
Jesús fue Dios, porque humanizó la presencia del Cristo, durante su vida.
Aún que la mayoria no somos merecedores ni capaces  de encarnar a Dios como Cristo en nosotros, si somos capaces de reflejar a través de nuestra alma, las cualidades del Cristo.
Aquí menciono algunas nociones que os harán reconocer, momentos en que, sin saberlo, estáis reflejando y personalizando las cualidades de Amor del Cristo, en vosotros:
-Cuando sentís amargor y rabia  delante de una  injustica, pero no actuáis con violencia.
- Cuando sois conscientes de que estáis siendo egoístas y os ponéis vosotros primero antes que la necesidad ajena.
- Cuando sentís  dolor al conocer sobre algún animal maltratado.
- Cuando dais aquello que amáis mucho, porque alguien lo necesita más.
- Cuando el sufrimiento humano os hace clamar deseo de justicia y reparación, con dolor en vuestros corazones.
- Cuando lloráis con impotencia, al reconocer el mal que el hombre hace al hombre.

Jesús-Cristo conocía muy bien la naturaleza humana, y simplifico con unas simples frases, lo que es sentir la presencia del Cristo en uno mismo:

Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron".

Así sea.

TALLA DEL SERMÓN DE LA MONTAÑA. De  Pedro Pérez nace en Cuacos de Yuste (Cáceres).



Monday, December 24, 2018

Una historia real de Navidad.



Por que me sucedió a mi.

Mi primera Navidad en Estados Unidos, fue la de 1983. Acababa de llegar en Abril.
Desde hacia pocas semanas antes de Navidad, trabajaba para un familia, cuidando  al patriarca, quien habia padecido una envolia  cerebral hacia tiempo.
Yo vivia en el Distrito de Columbia (Washington DC) y esta familia estaba domiciliada en el estado de Maryland, no muy lejos de la linea divisoria.
Trabajaba de Domingo por la noche hasta Viernes por la tarde. Poco después de la cena, me marchaba de fin de semana a mi pequeño apartamento en el centro de Washington.
Ese fin de semana, Navidad cayó en Domingo, o sea que me tenía que reportar al trabajo, el Domingo al atardecer, ya noche casi.
Fué uno de los fines de semana mas frios que recuerdo en este pais. Hacía un frio tremendo. El agua del rio Potomac se habia congelado y las gaviotas caminaban por encima del hielo a medio rio.
Para ir al trabajo, tomaba un autobus desde el centro de Washington, hasta la linea divisoria con Maryland. Ahi normalmente trasbordaba a uno mas pequeño que me dejaba casi en la puerta de la casa. Eran solamente unos pocos kilometros de distancia, pero demasiados para andar y llegar a tiempo.
Esa tarde de Navidad, después de comer con mi compañera, me dirigi bien abrigado, a la parada del autobus. Llegó con puntualidad y me dejó en la estación de metro de Friendship Height’s, donde se supone que llegaba el microbus.
Esperaba y esperaba, Eramos tres o cuatro esperando. El frio nos estaba casi paralizando.
Yo empezé a temer de que no habria servicio ese dia, y asi era efectivamente. El frio era demasido fuerte como para caminar 4 o 5 kilometros. Estabamos ya bien preocupados.
De repente de la nada, aparece un choche grande, un sedan de estos antiguos con asientos anchos, lo conducia una mujer ya de cierta edad.
Se detubo delante de nostros y nos invitó a subir, diciendonos de que no habia servicio y que ella nos llevaría al lugar que fueramos.
Sabía que no había servicio y estaba activamente buscando gente dejada en la calle, como nosotros, para sacarlos del frio.
Eramos cuatro creo. Entramos al coche rápidamente uno delante y tres detrás.
A mi me dejo el ultimo, por que iba algo mas lejos que los demas.
Cada Navidad desde entonces,  recuerdo este suceso y bendigo mil veces a ese ángel, que quizas nos salvó la vida.

Imagen: Angel de La Virgen de las Rocas.
Leonardo de Vinci.